Como vivimos el virus

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En Nueva York, uno de cada tres fallecidos a causa del virus son latinos y el barrio de Queens, donde el español es lengua franca, se ha convertido en el epicentro del epicentro del coronavirus, en parte debido al hacinamiento, la pobreza y la falta de atención del gobierno.
Más al sur, nuestros corresponsales desde México hasta Argentina reportan que las órdenes de inamovilidad han tenidoun efecto positivo sobre otra pandemia: la de la violencia. El Salvador ha registrado cinco días sin homicidios y desde Bogotá a Buenos Aires la criminalidad ha empezado a frenarse. La tendencia es menos acusada en México, que inició más tarde las medidas de aislamiento voluntario.
Y mientras el virus avanza rápidamente por la región —ayer se reportaban más de 61.000 casos y al menos 2.500 muertes—también agrava los males preexistentes de sus habitantes: el hambre se acentúa entre los wayuu en La Guajira de Colombia, el descontento social en Chile sigue en aumento (aunque ya no pueda congregarse en la calle), y en Nicaragua la falta de transparencia agrava la incertidumbre.
Pero ni la falta de información ni la desinformación pueden atribuirse solamente a los gobiernos: las teorías conspirativas tienen un atractivo muy peligroso.
El teléfono y las llamadas son ahora fundamentales para pasar las horas.Edu León
En la estupenda serie de Opinión ‘Postales del coronavirus’ hemos publicado el diario fotográfico de una mamá que reflexiona sobre la posibilidad de acercarse a su hija pequeña de otro modo, el ensayo en imágenes de un hijo que ahora pasa los días encerrado con su madre de 75 años yuna colección de fotos que documentan las videollamadas con amigos que muchos de nosotros estamos haciendo ahora para conectar con nuestros seres queridos. Por cierto, para los admiradores de la columna Modern Love, la más reciente entrega la escribe un médico en Seattle para quien despedirse cada día de su familia tiene ahora otro matiz.
— Elda Cantú
Desde la redacción
Antes de ser jefa de la corresponsalía de los Andes, Julie Turkewitz recorrió más de 320.000 kilómetros reportando desde el Oeste de Estados Unidos. Ahí, con demasiada frecuencia, su trabajo era dar cuenta de los tiroteos en las escuelas. Ahora Julie cubre el norte de Sudamérica y dice que acaba de vivir una de las experiencias más difíciles de su carrera.
Después de leer su reportaje sobre dar a luz en Venezuela, le pedí que nos cuente un poco cómo hicieron el trabajo.
Vásquez y su madre piden ayuda en el quinto hospital al que se acercaron después de que se le rompió la fuente.
Esto escribió ella desde Bogotá:
Queríamos entender cómo es dar a luz hoy en un país en donde el sistema de salud está colapsado y en donde el gobierno se niega a decir cuántas mujeres mueren cada año durante el parto.

Tuvimos que convencer a muchas mujeres que nos dejaran acompañarlas y fotografiarlas en los momentos más vulnerables de sus vidas. Tuvimos que convencer a varios médicos de que nos dejaran entrar en sus hospitales a pesar de que esto los exponía a sanciones gubernamentales.

Tuvimos que esquivar a los colectivos venezolanos, que a veces esperan en los hospitales para disuadir a pacientes y médicos de quejarse o protestar, o ahuyentar a la prensa. Pero sobre todo, tuvimos que aceptar que íbamos a presenciar momentos muy difíciles y que, como periodistas, no podríamos hacer nada para ayudar. Este sentimiento de impotencia fue muy difícil para mí y para las tres periodistas con las que trabajé.
Como dice Julie: “Nuestro reporte es lo que podemos ofrecer, y esperamos que lo lean”.

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